Quicena y El Castillo de Montearagón (Huesca) : Historia y cultura de un pueblo
Quicena
Histórica y Cultural

Ocho días de niebla


El castillo nace al mismo tiempo que está naciendo Aragón. Su construcción es promovida por el rey Sancho Ramírez. Monarca audaz, atrevido y ambicioso que actuó como un “soldado de Cristo” en lo que sería un ensayo de Cruzada en tierras aragonesas poniendo su joven y pequeño reino pirenaico como feudo de la Santa Sede en una inteligente maniobra política de gran audacia en 1063.

 
El monarca estaba especialmente interesado en la conquista y posesión de la ciudad (madinat) de Wasqa andalusí que era “la sultana soñada”, la puerta de Saraqusta y del Valle del Ebro. El rey arriesga, invierte y apuesta por su conquista, en un empeño por hacerse con la plaza que es fundamental para continuar el avance. Sancho Ramírez levanta esta fortaleza muy cercana a la propia ciudad, distante tan solo 5 Km del núcleo urbano, sobre un cerro desde donde controlar la población que estaba fuertemente amurallada.

Su construcción, por lo tanto, respondió a un in bélico, un baluarte militar desde donde hacerse fuerte, hostigar a la población y lanzarse a la conquista, o replegarse con sus tropas en caso de fracasar.

En principio no debieron ser más que unas atalayas rodeadas de muralla donde colocar una guarnición.

Las obras debieron avanzar deprisa en los primeros momentos. Se da como inicio de la obra el año 1086. Lo cierto es que la construcción de la fortaleza tan cercana a Huesca y la rapidez con la que se debieron ejecutar las obras pone de manifiesto hasta qué punto los habitantes de Wasqa estaban sometidos y presionados por el poder de las tropas aragonesas.

Ricardo del Arco se sorprendía en uno de sus artículos sobre la rapidez de ejecución en la primera fase de obras del castillo: “Y, en efecto, admira, como en el siglo XI pudo construirse con tanta rapidez tan costosa mole, teniendo en cuenta lo elevado del sitio, la diicultad en el transporte de materiales y la presencia del enemigo que, como es lógico, no dejaría de hostilizar a aquella guarnición cristiana”.
 

Precisamente es en torno a su construcción surge la primera leyenda. Es el cronista oscense Francisco Diego de Aynsa el que transmite y relata que el castillo se construyó en “ocho días de niebla”, sin que los vecinos de Wasqa se dieran cuenta de la obra hasta que la niebla se despejó y en lontananza pudieron distinguir la silueta amenazante de la fortaleza cristiana a las puertas de la ciudad. Continúa la narración de esta misma leyenda diciendo que al contemplar el castillo recién levantado un sabio anciano (alfaquí) de Wasqa exclamó “aquel potro tomará esta yegua” vaticinando la toma de ciudad por parte de los cristianos.

Este fenómeno atmosférico habitual en el paisaje invernal de la Hoya de Huesca debió ayudar en la conciencia colectiva para crear historias y narraciones en torno a ella. Niebla pertinaz que cubre todo con su blancura cegadora y que convierte el paisaje en escenario evocador de leyendas y mitos.