Quicena y El Castillo de Montearagón (Huesca) : Historia y cultura de un pueblo
Quicena
Histórica y Cultural

Castillo de Montearagón (1834-1862)


Castillo de Montearagón visto por Valentín Calderera

Desde sus inicios, el Monasterio de Montearagón estuvo íntimamente ligado a la historia de la monarquía aragonesa y de la expansión territorial del naciente reino. Fundado por Sancho Ramírez como atalaya desde donde emprender la toma de Huesca hacía el año 1089, la fortaleza fue transformada con posterioridad en monacato, que ocuparon canónigos regulares de San Agustín provenientes de Loarre. Además, en Montearagón fueron enterrados varios miembros de la casa real aragonesa, entre otros Alfonso I el Batallador, o el infante Don Fernando, hijo de Alfonso II, el cuarto de sus abades.

De la primera fase constructiva el castillo conserva su perímetro amurallado, que refuerzan torres cuadradas y poligonales. Los muros de la Iglesia y de la torre del Homenaje, posteriormente convertida en campanario, corresponden también a este periodo. Tras un incendio devastador hacia 1477, Montearagón vivió un cierto esplendor artístico a comienzos  del siglo XVI cuando portaba su mitra Don Alonso de Aragón (1470-1520) arzobispo de Zaragoza, quien encargó a Gil Morlanes el magnífico retablo mayor que hoy se conserva en Huesca.

Durante la Desamortización fue nacionalizado y puesto en venta en virtud de las reales órdenes de 1836. Fue adjudicado en pública subasta en 1843 al oscense Jaime Agustí, quien comenzó inmediatamente a desmantelar el edificio para vender ladrillos, tejas y vigas como material de construcción. Cuando en enero de 1843 los materiales estaban listos para ser enviados  a Huesca, un incendio devoró lo que quedaba del edificio, convirtiéndolo en ruinas. Pocos meses después de estos hechos, pasaron por la ciudad Quadrado y  Parcerisa a quienes se debe una exaltada descripción del incendio acompañada de una ilustración cargada de gusto romántico.

Carderera fue otro testigo directo de la gloria y de la devastación de este monumento. En septiembre de 1834, de camino hacia Huesca desde el Somontano de Barbastro, se detuvo en el monasterio y fue obsequiado por su abad. Solo cuatro años después, el 16 de enero de 1841, lo visita de nuevo en compañía de Bartolomé Martínez, cuando ya había sido expulsada la comunidad. Entonces realizó dos dibujos del conjunto, que con toda probabilidad corresponden a los conservados en la Fundación Lázaro Galdeano y que muestran la abadía antes de su ruina. En esta misma ocasión Carderera dibujó también los sarcófagos románticos del Batallador y de una infanta aragonesa, que años más tarde publicó en su Iconografía Española.

Destruidos ambos sepulcros, los restos de Alfonso I y de a Infanta, junto con los del abad don Fernando fueron trasladados a Huesca por iniciativa  del Liceo Artístico y Literario, para ser depositados en la capilla de San Bartolomé de San Pedro el Viejo en 1845.

Cuando, durante su viaje de 1855 por tierras aragonesas, quince años después, Carderera regresó a Montearagón, lo encontró arruinado. No debió sorprenderle, pues como vocal de la Comisión Central de Monumentos de Madrid, había sido informado de los hechos y, además, había alentado las gestiones realizadas por la Comisión  Provincial de Monumentos de Huesca para salvar sus restos.

Así, en 1847, la Comisión Central pidió al Ministerio de Fomento que el monumento volviera a su ser de titularidad pública para acabar  con sus estado de abandono. Los propietarios, que con el incendio de los materiales habían visto frustradas sus intenciones de sacar beneficio de la compra del monasterio, todavía adeudaban una parte del importe al Ministerio de Hacienda y pretendían ceder las ruinas a cambio de la condonación de la deuda. A fines de 1858, la Comisión  Provincial propuso al propietario que lo vendiera por 3000 reales, que era la cantidad que abonó en el momento de la compra. Finalmente en 1859, tras largas gestiones de dicha Comisión, los propietarios cedieron el edificio a la Corona.

El acto de toma de posesión, en nombre de la reina, fue celebrado el 2 de julio de 1859 con un desfile militar presidido por el oficial de intendencia de la Real Casa y al que acudieron las primeras autoridades civiles, militares y eclesiásticas  de la ciudad. Como recordatorio de esta ceremonia, León Abadías pintó un cuadro que hoy se conserva en el Museo de Huesca y que Carderera tuvo la ocasión de contemplar en el estudio del artista durante su visita a la ciudad de 1862.

Entre 1859 y 1962 el arquitecto Mariano Royo dirigió las obras de restauración con cargo al Real Patrimonio: Se reconstruyó la bóveda y tejado de la Iglesia, y también se edificó la casa del guarda y del capellán. En 1862 se recolocó el retablo mayor en su emplazamiento original pues había sido trasladado a Huesca en 1847. Sin embargo, en 1863 se derrumbó la bóveda de la Iglesia. Según el dictamen del maestros de obras el hundimiento fue causado por la negligencia del contratista, quien uso materiales de mala calidad y obró de mala fe. A Hilarión Rubio, maestro de obras municipal, se le encargó entonces la reconstrucción de la bóveda que comenzó en junio de 1864 y terminó en agosto del año siguiente.

En 1868, tras la Gloriosa, se inició una época de desinterés y abandono. En 1892, se intentó darle nuevo uso, al ser cedido a la Diputación Provincial de Huesca para levantar un sanatorio mental, pero este proyecto pronto fue desechado. En 1893 el retablo mayor fue trasladado por segunda vez a Huesca e instalado en la recién construida parroquia de la catedral. La ruina continuó su progreso a lo largo del siglo XX, quedando mimetizado el monumento con el paisaje que lo rodea y convertido en una de las imágenes reconocibles de la ciudad de Huesca.

Además de las obras aquí catalogadas de la Fundación Lázaro Galdiano remitimos a otros dos dibujos de Valentín Calderera, uno del interior de la iglesia y otro con detalles arquitectónicos y escultóricos, ambos conservados en la Biblioteca Nacional. 

Cabecera de la Iglesia de la abadía de Montearagón

Detalles de escultura románica de la abadía de Monteragón 

Vista occidental del Castillo de Montearagón.

Esta vista de Montearagón anterior a su destrucción fue tomada desde el oeste, es decir desde el camino por el que se accedía a la fortaleza la llegar desde Huesca pasando por Quicena.

Dos tipos populares marcan el inicio del camino que asciende hasta el castillo entre lomas desnudas de vegetación. La fortaleza se impone sobre los campos circundantes por la altura de sus muros, que aparecen coronados por una galería de arquillos doblados de ladrillo, típica de la arquitectura aragonesa de época moderna. Sobre los tejados destaca la torre del homenaje, convertida en campanario, con cubierta a cuatro aguas. A la derecha del conjunto se aprecia un pórtico que protege la entrada de la abadía.

El 3 de marzo de 1844 se publicó en el Semanario Pintoresco Español un artículo de Juan Guillén Buzarán ilustrado con una imagen que tenía su origen en este dibujo. No cabe duda de que Calderera lo realizó con ocasión de su visita al castillo en enero de 1841, pues con su Diario encontramos esta anotación: “a alguna distancia de Quicena apeé para dibujar”.


Vista meridional del Castillo de Montearagón.


Esta notable vista de la abadía de Montearagón fue tomada desde el sureste, desde la ladera por la que asciende al edificio, que se recorta sobre el cielo con nubes. Presenta una cuidada ejecución, tanto en la composición como en el trazo y el colorido y destaca como una de las más evocadoras de toda la colección. La sinuosa subida al castillo está limitada  por pretiles y por ella sube un personaje a caballo


En el centro del paramento se reconoce la torre albarrana con su basamento en talud, bajo la cual pasa el camino de acceso, que llega hasta una portada que corona un frontón y, al parecer, un escudo de armas. El edificio se remata con galerías de arquillos en todas sus fachadas y sobre el tejado destaca la torre campanario. Del interés y el aprecio que Calderera tuvo a esta vista pintoresca, es buena prueba que se conserve en la colección ducal de Pedrola otra composición semejante. Como el anterior, este dibujo data de su visita al castillo en enero de 1841; en su Diario consta que estuvo “un rato de recreo en el comedor o mirador del abad que tiene vistas deliciosas” y añadió: “Bajé a concluir los dibujos y después rodeamos el monasterio y saliendo en dirección a oriente dibujé otra vista de la abadía”.


Ruinas del Castillo de Montearagón, torreón y muro meridional de la Iglesia.

Esta imagen del interior del castillo en ruinas fue realizada durante la excursión que realizó Carderera el día 22 de junio de 1855. En el centro de la composición se reconoce la torre del homenaje o campanario, anejo al cual se reconoce el muro meridional de la iglesia. El resto son muros ruinosos entre los que todavía se aprecian decoraciones de yeso de capillas o estancias, mortajas que han acogido las vigas de forjados de madera y una vegetación que comienza a invadir el conjunto. Un personaje popular en primer plano añade una nota costumbrista. En el Diario queda constancia de esta excursión que realizó junto a su sobrino, el canónigo Vicente Calderera: “Allí dibujé la vista general, bebieron los caballos y con ellos al monasterio o ruinas de él. Dibujé algunos torreones y recorrí la parte del norte, que nunca había visto”.

 



Ruinas del Castillo de Montearagón, torreón y cabecera de la Iglesia.

En el muro liso de la cabecera de la iglesia abacial de Montearagón se abría un gran ventanal de arco de medio punto y doble imposta corrida que revela origen románico. Sobre los muros de la torre del homenaje se advierten saeteras y también las cicatrices de los anclajes de las vigas que sostenían los forjados y los tejados de las construcciones adosadas. En primer término, se aprecian varios muros ruinosos, sobre los que despuntaba una vegetación rala que acentúa el deterioro.



Ruinas del Castillo de Montearagón desde el norte.

En esta vista del castillo desde el norte, Carderera destaca el pronunciado talud del monte sobre el que se asienta, así como la ruina de sus muros, reducidos a la mitad de su altura original, a juzgar por las acuarelas anteriormente reseñadas.

A la izquierda se llega a divisar una línea de ventanas que corresponde con la iglesia de la abadía y a la derecha se aprecia un torreón  de planta pentagonal. La fecha del dibujo, 15 de octubre de 1862, coincide con la excursión documentada en su Diario, en la que expresamente dice: “Revisé la Iglesia, cripta y casa del capellán. Después salimos por el Trasmuro y bajamos por el lado norte del repecho. Dibujé una vista, luego otra por el lado de poniente”.

 



Ruinas del Castillo de Montearagón desde el noroeste.

En esta imagen del castillo en ruinas, tomada desde el noroeste, resalta la ruina avanzada de sus lienzos y torreones, entre los que destaca uno de planta poligonal que ocupa el centro de la composición. En primer plano se aprecian pretiles del camino de acceso.


En la parte inferior, a la izquierda, apreciamos un personaje sentado, que podríamos identificar con el propio dibujante; apoya su espalda sobre unas rocas y sostiene en la mano un panel. Junto a este, un segundo personaje a pie, podría representar a uno de sus compañeros de excursión.

Como se ha señalado en el número anterior, en el viaje de 1862, Carderera dibujó una vista “por el lado del poniente", que podría corresponder con este apunte. El avanzado grado de deterioro del edificio avala esta datación.


Torreón en ruinas del Castillo de Montearagón.


El dibujo representa un torreón de planta cuadrada del recinto exterior de la abadía. Aunque no resulta fácil identificar este torreón, debe ser uno de los del muro norte u oeste. En el Diario de 1862 anotó: “Dibujé algunos torreones”, sin embargo, el grado de deterioro no parece tan avanzado como en los dibujos del 1862 y tal vez pudo pintar este en 1855.

 

Retablo mayor de la Iglesia del Castillo de Montearagón.

Varias anotaciones de Calderera en su Diario de viaje de 1855 dan cuenta de su interés por realizar un dibujo del retablo mayor de Montearagón, que por entonces se encontraba en la Catedral de Huesca. La obra que aquí analizamos destaca por su complejidad y por su acabado, en el que se representa fielmente tanto la estructura como las escenas que componen esta obra escultórica. En este dibujo, además de la mano del erudito oscense, se aprecia la intervención de otra que podría tener una formación arquitectónica y que consideramos responsable del dibujo de la “traza” o mazonería. Las notas de Carderera dan testimonio de lo que decimos; el día 20 de julio de 1855 sabemos que fue “a la Catedral, a ayudar a trazar el retablo de Montearagón hasta la una y media”. Días más tarde, el 26 de ese mismo mes comenzó a las once a dibujar el retablo y estuvo “hasta las dos y cuarto”, respectivamente. Por fin, parece que concluyó la tarea  el día 1 de agosto: “fui a dibujar por última vez el retablo”. Carderera utilizó la aguada para dar volumen a las escenas del retablo.

El retablo mayor de la iglesia abacial de Montearagón fue realizado haia 1506 por encargo de don Alonso de Aragón (1478-1520), arzobispo de Zaragoza y abad de Montearagón, cuyas armas figuran en la predela. Sustituía al retablo mayor perdido en el incendio que devastó la iglesia del monasterio en 1477, y su autor fue Gil Morlanes el Viejo, autor de la portada de Santa Engracia de Zaragoza.

Cuando la abadía fue subastada en 1843, el retablo del altar mayor quedó excluido del lote de venta. Sin embargo, permaneció en la iglesia monástica tras la adjudicación al nuevo propietario e incluso tras el incendio de 1844. En julio de 1847 la Comisión Provincial de Monumentos decidió hacerse cargo del traslado para su mejor salvaguarda y, en agosto de 1847, se encontraba ya en la catedral de Huesca, colocado en el brazo izquierdo del crucero, junto a la puerta del claustro. Tras las obras de restauración de Montearagón, el retablo fue recolocado en su emplazamiento original en 1862 pero, con el hundimiento de la bóveda de la iglesia en 1863, peligraba su conservación y pocos años después, se planteó el traslado al Museo Arqueológico Nacional de Madrid. En 1876 en las sesiones de la Comisión Provincial de Monumentos se discute la conveniencia de trasladarlo de nuevo, pues se constata que algunas de sus figuras han sufrido deterioro por vandalismo y por causa del hundimiento de la bóveda. Aunque la cubierta de la iglesia fue reconstruida, en 1887 fue de nuevo trasladado a Huesca para ser instalado en la parroquia de la catedral, conocida popularmente como “Parroquieta” que había sido consagrada poco antes. El vicario de la diócesis era en aquel periodo Vicente Carderera, sobrino de Valentín. Buena prueba de los avatares sufridos y de estos viajes de ida y vuelta en carreta son las pérdidas de algunas figuras y elementos de la mazonería.

Entre los manuscritos de Carderera encontramos una descripción del retablo de Montearagón en la que el oscense subraya la deuda de esta obra con el arte italiano de Quinientos.

El carácter de la escultura tiene mucho del género italiano de a fines del XV. No presentan gran primor de ciencia […] pero en cambio hay mucha sencillez y gracia en las composiciones y actitudes sobre todo el recuadro. El Nacimiento presenta tan elegantes líneas y figuras tan graciosas y tan bien movidas que parecen trazadas  por Rafael Urbino. El que haya visto los cuadros o estampas de este gran pintor en el primer estilo suyo o las de Pedro Peruguino su maestro y más bien los Pinturicchio podrá formar un juicio exacto de la escultura de este altar, el qual no sé con que fundamento el Padre Ramón de Huesca y otros lo atribuyen a Damian Forment (añadido: otros a Donatello). En nada se parece esta escultura de la del altar de Huesca, ni aún a la del Pilar de Zaragoza que ha hecho algunos años antes, a pesar de que la escultura o recuadro de la Virgen en el alabastro del Pilar tienen mucho de aquella primitiva sencillez de la infancia del arte, distan muchísimo en el estilo de las de Montearagón.

El citado recuadro del nacimiento tiene un trozo de arquitectura enteramente del gusto italiano del siglo XV y se ve agustamente en los cuadros de Perugino, Pinturicchio, Arvelli y otros muchos”

Por el informe de la reciente restauración sabemos que ni la puerta del sagrario ni la polsera o guardapolvos son originales. Al parecer estas estaban ya en mal estado cuando en 1855 Carderera las vio, pues escribió en su Diario : el 13 de julio de 1855: “vimos el mandato por 2ª vez y los restos del as polseras de Montearagón, góticas”. Según la descripción de Ayuso, “era de madera y tenía las armas de don Alonso de Aragón”, un detalle que si se aprecia en el dibujo de Carderera.



Detalles del retablo mayor de la Iglesia del Castillo de Montearagón (I).

El Fondo Carderera conserva cuatro apuntes del retablo de Montearagón pegados sobre una misma lámina. Son, al parecer, estudios de detalle realizados para poder abordar el dibujo de conjunto del retablo, en el que probablemente colabora otro dibujante. En esta lámina se representan una cenefa de motivos vegetales entrelazados y a su lado, un animal mitológico cuya cola parece transformarse en el tronco que forma este mismo entrelazo vegetal, un motivo recurrente en el arte gótico tanto en escultura como en la iluminación de manuscritos.



Detalles del retablo mayor de la Iglesia del Castillo de Montearagón (II).

Se representa el extremo derecho de la predela del retablo mayor de Montearagón. En el registro inferior, situado a la altura de la mesa de altar destaca el escudo de armas de Alonso de Aragón, comitente de la obra. Benito Caveras, “autor” de esta parte del dibujo según indica la inscripción  de mano de Carderera, es acaso el dibujante que le asiste. Sin embargo, su trazo no parece tan seguro como el del oscense, ni parece que pueda atribuirse a su mano la traza de la mazonería, que revelan una seguridad y una pericia mucho mayores. El dibujo del registro superior de la predela ha quedado incompleto, y tan solo han sido dibujados la ménsula y el remate calado de uno de sus compartimentos. El dibujante, acaso un arquitecto, ha incluido varios dibujos de perfiles de molduras y una escala en palmos aragoneses.

Detalles del retablo mayor de la Iglesia del Castillo de Montearagón (III).

Como señala la inscripción manuscrita, en este dibujo se representa las basas del haz de columnillas que separa dos de las calles del cuerpo principal del retablo, tal y como indica la inscripción.

 



Detalles del retablo mayor de la Iglesia del Castillo de Montearagón (IV).

No parece que este dibujo de detalle de una cenefa de motivos vegetales entrelazados se deba a la mano de Carderera, ni tampoco parece suya la caligrafía de la inscripción. La referencia a la talla y a la policromía, así como a la comparación de este apunte con el dibujo de conjunto de retablo hacen pensar que corresponda a la desaparecida polsera o guardapolvos original del retablo. A juzgar por este dibujo, el guardapolvos que presenta hoy en día el retablo, furto de una restauración decimonónica, es fiel al original y también presenta motivos vegetales entrelazados, dorados sobre fondo azul. 

 

Fuente consultada: Lanzarote Guiral, José María y Arana Cobos, Itziar. Viaje artístico por Aragón de Valentín Carderera : monumentos arquitectónicos de España : dibujos de la Colección Valentín Carderera de la Fundación Lázaro Galdiano, la Biblioteca Nacional de España y la colección privada de la familia Carderera. Zaragoza: Institución "Fernando el Católico", 2013